El mágico momento de la entrega es el refugio donde hacemos un alto en nuestra vida, donde la mente se calla, donde podemos perdernos y descansar plácidamente en un estado de felicidad sin frustraciones, con el único peaje de ser obedientes y sumisos, a sabiendas de que cuanto mas nos entreguemos más grande será la recompensa.
Saborear mental y físicamente el cielo es tan potente aliciente que nos arrastra a perdernos de nuevo en la sensación de estar dominados disfrutando del recuerdo, reviviéndolo en todo momento incluso durante el sueño. Es ahí donde empieza de nuevo la angustia, la añoranza y el ansia, que trepa desde los pies arrastrándose pesadamente por la espalda hasta agarrarnos la mente, sintiéndonos desprotegidos, perdidos encerrados en un rincón húmedo y oscuro, acelerándose el pulso, la respiración pesada, abrasándonos nuevamente el pecho, esperando con ansia la voz del dominante que atraviesa totalmente nuestro ser liberándonos y llevándonos de nuevo a ese lugar seguro que es nuestra entrega.
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